Mi corazón latía como un tambor. Un sudor frío corría por mi columna vertebral. La habitación estaba a oscuras, sólo la luz de las velas iluminaba tenuemente las sombras de las paredes. Sabía que la bruja fantasma podía aparecer en cualquier momento. Pero ante mis ojos, un tesoro se abría ante mis ojos.
Era un cofre de roble tallado con patrones misteriosos. La tapa era pesada, pero hice todo lo posible para abrirla. Salió un aire frío junto con el sonido de un cascabel metálico.
Sentí que el corazón se me iba a salir del pecho. En el interior, la luz de la vela iluminaba objetos preciosos: oro, plata, piedras preciosas brillantes. Tal vez aquel fuera el mayor tesoro que el mundo había conocido jamás.
Pero antes de que mi alegría pudiera ser completa, un extraño sonido se escuchó desde el pasillo. ¡Eran pasos! Los pasos de la bruja. Rápidamente cerré la tapa del cofre, ocultándolo en un oscuro corsé. Todo mi cuerpo estaba petrificado. Ella se acercaba.