Estas sonrisas aún no están influenciadas por el estrés y las tensiones del mundo que nos rodea y nos recuerdan la belleza y la simplicidad de la vida.
Desde las primeras semanas de vida, los bebés empiezan a sonreír en respuesta a su entorno. Pueden sonreír cuando ven una cara familiar o escuchan una voz familiar, o pueden sonreír sin razón aparente.
Es imposible saber exactamente qué pasa por la mente de un bebé cuando sonríe, pero está claro que la sensación le aporta felicidad y consuelo. Como padres y cuidadores, estas sonrisas también se convierten en una fuente de consuelo y alegría para nosotros. Nos recuerdan el inmenso privilegio y responsabilidad de cuidar una nueva vida.
Y a medida que el bebé crece y comienza a explorar el mundo que lo rodea, esas sonrisas se volverán cada vez más preciosas y nos recordarán el viaje que hemos compartido juntos.